Vivía en una casa sobre la pendiente del acantilado. Había que clavar las sillas al suelo y jamás podíamos comer espaguetis. Comíamos cosas que se quedaran pegadas al plato: pastel de carne con patatas, gulash, risotto, huevos revueltos. Una vez intentamos comer guisantes. Menudo desastre. Durante mucho tiempo todavía encontramos alguno, verde y cubierto de polvo, en los rincones de la habitación.
1 comentario:
amo este libro.
un beso*
Publicar un comentario