El camino que va a la ciudad

Había llegado el verano y empecé a pensar en arreglar todos mis vestidos. Le dije a mi madre que necesitaba tela azul celeste y ella me preguntó si me creía que tenía la cartera llena de millones, pero entonces yo le dije que también necesitaba unos topolinos y que no podía pasar sin ellos, y le dije: <>. Me gané una bofetada y me pasé un día entero llorando encerrada en la habitación. Pedí el dinero a Azalea, que a cambio me mandó al número veinte de la calle Genova a preguntar si Alberto estaba en casa. Me enteré de que no estaba en casa, volví para decírselo y me dio el dinero. Durante algunos días me quedé en la habitación cosiendo el vestido y casi no me acordaba de cómo era la ciudad. Cuando terminé el vestido me lo puse y salí a pasear, y el hijo del médico apareció rápidamente a mi lado, compró pastas y nos fuimos a comerlas al pinar. Me preguntó qué había hecho encerrada en casa todo aquel tiempo, pero le dije que no me gustaba que la gente husmease en mis asuntos. Entonces me pidió que no fuera tan mala. Después intento besarme y yo me escapé.

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