El camino que va a la ciudad

Cuando volví a casa ya era de noche y mi padre me preguntó dónde había estado. Le contesté que Azalea me había llamado, y Giovanni le dijo que era verdad. Mi padre dijo que podía ser verdad, pero que él no sabía nada, que le habían contado que iba por ahí con el hijo del médico y que si era cierto me rompería la cara de un bofetón. Le contesté que no me importaba y que yo hacía lo que me daba la gana, pero después me dio un ataque de rabia y arrojé la sopa al suelo. Me encerré en la habitación y me pasé dos o tres horas llorando, hasta que Giovanni me gritó desde el otro lado de la pared que me callara de una vez y los dejase dormir, que tenían sueño. Pero yo seguía llorando y el Nini vino hasta mi puerta y dijo que si le abría me daría chocolatinas. Entonces le abrí y el Nini me llavó ante el espejo para que me viera la cara hinchada, y me dio chocolatinas y dijo que se las había regalado su novia. Le pregunté cómo era su novia y por qué no me la presentaba, y me dijo que tenía alas, cola y un clavel en el pelo.

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