La hermana pequeña

INÉS: La edad no importa nada.
BERTA: ¿Cómo que no? Es lo que más importa. ¿Qué cavilaciones se van a tener a los veintidós años? Pero es que os empeñáis en haceros viejos antes de tiempo. Talo igual; pensáis demasiado los jóvenes. Es una epidemia.
INÉS: Pues a mí me parece que vivimos aturdidos, como enganchados en una noria: de pararse a pensar no hay tiempo.
BERTA: Ya os pararéis. Luego, cuando menos lo piensas, la vida te para en seco. Venga, vamos fuera. Y haz un esfuerzo por poner otra cara más alegre.
INÉS: ¿En nombre de qué?
BERTA: ¡En nombre de los demás! ¿Te parece poco? Por no destruir la alegría de los demás.
INÉS: Perdone, Berta, pero eso no es alegría. Es lluvia artificial.
BERTA: Hija, calla, por Dios. Me has recordado a tu hermana. Hasta la misma voz sacas algunas veces. Y sin embargo... Es curioso. Me acuerdo de la primera vez que Talo, hace unos meses, me habló de ti. Estábamos sentados aquí mismo. Dijo: "Es tan distinta a Laura."
INÉS: Sí; desde luego, todos somos bastante distintos de ella.
BERTA: ¡Gracias a Dios! ¿O es que aún la defiendes?
INÉS: No necesita que nadie la defienda.
BERTA: Pero tú lo haces. ¿No te acuerdas del daño que te hizo?
INÉS: Laura es así, pero incluso cuando hace daño...
BERTA: ¿Y cuándo hace otra cosa? Di, ¿cuándo ha hecho otra cosa que no sea daño? Perdona. Sé lo que te duele hablar de ella; y también comprendo que la vida la pudo tratar duramente. Pero ya ahora, ¿qué razón hay para que siga amargada, a pesar de sus éxitos?
INÉS: No está amargada.
BERTA: ¡Sí lo está! Y es cruel. ¡No tener ni siquiera con su única hermana un mínimo de delicadeza, de piedad...!
INÉS: Con tanta piedad, el muno se llena de personas que crecen sin quitarse los andadores de niño pequeño. Laura quería que aprendiera yo sola a vivir. A mucha gente le haría falta tener una madre como ella.
BERTA: ¿Una madre como Laura? ¿Qué quieres decir? ¿A quién podría hacerle falta?
INÉS: ¡A Gonzalo mismo, perdone que se lo diga!
BERTA: ¿A Gonzalo? ¿Cómo se te ocurre pensar en un disparate semejante?
INÉS: Sí, ya sé que parece un disparate. Usted se desvive por él, le tapa los miedos, las dudas, todo lo que Laura dejaría al descubierto, pero...
BERTA: ¿Pero qué?
INÉS: Que los débiles sólo podemos cicatrizar al descubierto. Yo lo sé por mí. No sirven de nada los emplastos.

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