Mi tío Napoleón

-Pero, Mash Qasem, ¿es muy peligroso lo que le pasa a mi amigo?
Con la mirada fija en sus tijeras de podar, Mash Qaem dijo muy pausadamente:
-Bueno, hijo, ¿por qué iba yo a mentir? De aquí a la tumba sólo hay ah... ah..., yo propiamente no me he enamorado nunca... bueno, en fin, sí, sí me he enamorado. Para no irme por las ramas, le diré que fue una catástrofe. ¡Dios no quiera ese padecimiento para ningún pobre diablo! ¡Que sea la voluntad de Dios, con la ayuda de todos los santos, que Dios no aflija a nadie con los pesares y dolencias que trae el amor! Si hasta a un adulto le cuesta lo indecible sobrevivir al amor, ¡imagínese, querido, lo que debe ser sufrirlo siendo niño!
[...]
-Pero, Mash Qasem, este compañero mío de clase que cree que se ha enamorado lo primero que necesita saber es si de verdad se ha enamorado o no. Y luego, si resulta que sí se ha enamorado, quiere saber si hay algún modo de que duela menos.
-Pero, querido, ¿acaso puede el amor curarse tan fácilmente? Es algo mucho peor que cualquier dolor o infelicidad. Válgame Dios, es peor que la fiebre tifoidea y los retortijones.
-Mash Qasem, todo eso está muy bien... -dije, armándome de valor-, pero ¿cómo puede alguien saber si está enamorado?
-Bueno, querido..., ¿por qué iba yo a mentir? Por lo que he visto, cuando estás enamorado de alguien... Cuando no la ves te parece que se te ha congelado el corazón..., cuando la ves el corazón te empieza a arder como si alguien hubiera encendido un horno de panadero dentro de tu pecho. Quieres darle todo lo que hay en el mundo, todas las riquezas de la tierra, crees que de repente te has convertido en el hombre más generoso del mundo... Sin irme por las ramas le diré que, cuando se está enamorado, lo único que satisfaría sería una fiesta de compromiso..., pero también sabes que, Dios no lo quiera, si le dan esa chica a algún otro marido, entonces, oh, Señor... En nuestra ciudad había un hombre enamorado y, una tarde, se celebró una fiesta de compromiso de la chica y otro hombre; por la mañana ese vecino mío se fue caminando al desierto, y ya han pasado veinte años y todavía nadie sabe qué fue de él..., es como si se hubiera convertido en humo y hubiera ascendido a los cielos.

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