No se lo cuentes a nadie

¿Qué nos pasa a las mujeres que necesitamos estar en un aeropuerto en tránsito o en lugares suspendidos del mundo para sentirnos libres de requerimientos? No sólo es espinoso el hecho de que te parezca un sueño pasarte nueve horas en un aeropuerto, sino que resulta gravísimo que yo te envidie por eso. Y no es un problema demasiado actual pues algún personaje de Virginia Woolf ya salía huyendo de su vida para refugiarse como bibliotecaria en un país remoto. ¿No nos habíamos liberado en la Argentina? ¿Qué resignamos en el camino? ¿En qué punto nos traicionamos?

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