Gris y más gris. No estás, y yo estoy triste
de una tristeza apenas explicable
con palabras, y de una imperturbable
soledad, que por ti nace y existe.
Siempre de gris, mi corazón se viste:
polvo y humo, ceniza abominable,
y la envolvente bruma irrenunciable
que estaba ayer. Y hoy. Y que persiste.
Gris a mí alrededor. Contra mi mano
la nube espesa se va abriendo en vano
porque el fuego que soy, no está encendido
y hay niebla en lo que miro y lo que toco.
Ah, yo no sé... Tal vez te odio un poco
porque está gris, y llueve, y no has venido.
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