-¡Oh, por supuesto! Claro que sí. Pero "amor" no significa "compatibilidad", cariño. Edmund Spanic III y yo éramos "compatibles" -hablaba con una especie de fogoso orgullo, como retándome a que la contradijera-. No nos habíamos "enamorado locamente", no fue "amor a primera vista", como al parecer le ocurrió a Jon con Gwen; nos fuimos conociendo durante años. Fue una relación muy diferente. Antes de Gwen, Jon nunca se había interesado por nadie, ninguna chica, quiero decir; apenas parecía fijarse en ellas. ¡Ah, tu padre era muy quisquilloso! Creíamos que nunca encontraría una chica para salir, y mucho menos para casarse, sin embargo un día he aquí que trajo a esta pequeña Gwen Kovack a conocer a mis padres; Pluma, la llamaban. Supongo que Gwen entonces había terminado el instituto, pero nadie lo habría dicho al verla: ¡aparentaba dieciséis años! Nunca la llamé Pluma, y Jon tampoco. Gwen era tan linda, y tan dulce, tan afable y dicharachera, al estilo de las animadoras de instituto, salvo que Gwen parecía serlo de verdad, siempre estaba sonriendo. Pero nunca fue atrevida. En realidad era tímida. Nunca estaba en desacuerdo con nadie, nunca soñaba siquiera con interrumpir. Sonreía e iluminaba la habitación más sombría, pero nunca hablaba mucho. Jon nunca había sido muy hablador, se guardaba sus pensamientos para sí, como nuestro padre, pero con Gwen, se quedaba mirándola fijamente y notabas que la adoraba. "Gwen no se parece en nada a mí", decía. "No se parece a ninguno de nosotros". Porque los Eaton siempre han sido muy serios, en especial en aquella época, hace cuarenta años. Pero Gwen era capaz de derretir el corazón más helado, te lo juro -Tabitha sonrió al recordar-. Hasta años más tarde Gwen no me confesó, aquí mismo en esta cocina, que todo eran nervios. "Mi boca sonríe, como los animales enseñan los colmillos cuando tienen miedo".
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